sábado, 27 de diciembre de 2008

Compras y regalos

Las tardes de diciembre son las más cortas del año... y también las más cansadas. En Madrid las pasamos entre carreras, atascos y trasbordos para ir de una punta a otra de la ciudad comprando regalos y revisando la lista para estar seguros de no olvidarnos de nadie. Y supongo que mi vida romana sería muy parecida. Me veo paseando por el Corso, por Frattina o Tomacelli, entrando en las tiendas tras haber estudiado los escaparates intentando encontrar algo que se ajuste a nuestro presupuesto (misión casi imposible en Fendi, Bottega Veneta o Bulgari). O bien buscando algo especial en esas tiendas pequeñitas y vetustas llenas de guantes de la mejor piel, corbatas de pura seda y jerseys de cachemir, o un regalo sorprendente en las tiendas modernas que rodean la piazza del Fico. O simplemente, recurriendo al socorrido refugio de La Feltrinelli para comprar una buena edición del autor favorito.
Y después, cansados de callejear, nos sentaríamos a tomar un prosecco en una terracita... Así me imagino las tardes de compras navideñas en mi vida romana. Y algo parecido nos cuenta Venditti en una de sus últimas canciones: I regali di Natale.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Urbi et Orbi

¡Feliz Navidad! Al tiempo que escribo, estoy viendo que en Roma hace frío y está nublado, casi como si fuera a nevar.
Y es que en casa, el día de Navidad, es obligada la conexión con Roma. O más exactamente, con el Vaticano, el poderoso vecino cuyo destino está íntimamente ligado al de la Ciudad. Viendo la gente en la plaza de San Pedro, el Belén, los jóvenes sonrientes entre las columnas... recuerdo otra Navidad, hace más de 20 años, en que éramos nosotros los jóvenes sentados en el suelo durante la Misa vaticana, y eran mis amigos los que cantaban y sonreían, los que vagaban de noche en las frías calles romanas, pero madrugaban para la preghiera.
Ha pasado mucho tiempo, pero las navidades romanas ocupan siempre un lugar en nuestro corazón y en nuestra memoria. Igual que aquéllos que nos acogieron con hospitalidad en su barrio, en su parroquia y en sus casas.
Tanti Auguri di Natale!

sábado, 20 de diciembre de 2008

Mercado de Navidad en la Navona


Ya está encima la Navidad, il Natale para los italianos. Y en estos días no hay muchas diferencias entre Madrid y Roma: las calles se iluminan, las tiendas decoran sus escaparates para atraer (aún más) a los clientes y se multiplican las actividades para los paseantes. Una de las más típicas son los mercados y mercadillos de las plazas: de artesanía, de regalos o, sencillamente, de temática navideña. Los puestos con figuritas, musgo, árboles y adornos ocupan la Plaza Mayor en Madrid. En Roma, esos mismos tenderetes se instalan en Piazza Navona aun antes de que empiece diciembre.
Cae la noche temprano en la ciudad, y la plaza se llena de luces que alumbran los puestos donde se exponen las figuras dei Presepi (éste es el nombre italiano del Nacimiento, una costumbre originaria de Napoles), los árboles o los dulces típicos de las fiestas. Los turistas ceden el sitio a las familias llegadas de los barrios romanos para curiosear o cumplir la tradición. La Navona parece distinta, pero a mí me sigue gustando, también en Navidad.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El paseo de los tres teatros



El recorrido de uno de mis paseos favoritos pasa por los restos de los tres teatros del antiguo Campo de Marte.
Para empezar, el Teatro de Pompeyo, al que podemos llegar por alguna de las calles de Campo dei Fiori. Este teatro fue el primero permanente (y también una de las primeras construcciones de mampostería de la Urbs. Se empezó a edificar hacia el 61 a.C, y era de enormes dimensiones, capaz de acoger a 18.000 espectadores. Según la tradición, allí fue asesinado Julio César. Apenas quedan hoy restos visibles del teatro: parte del pórtico anexo, junto a las ruinas del área sacra, vestigios de la curia en la bodega del restaurante Da Pancrazio, en la cercana Piazza Biscione... y la Via di Grotta Pinta, toda ella un resto de gran valor, pues los edificios de la calle siguen fielmente la curva de la cávea.
Muy cerca, al otro lado del Largo Argentina estaba el Teatro de Balbo, dedicado en el año 13 a.C. por el banquero Cornelio Balbo. El complejo del teatro y de la Cripta de los Balbos son ahora una de las sedes del Museo Nazionale Romano. Los restos de los antiguos edificios se pueden entrever desde los ventanales del museo, en la Via delle Botteghe Oscure.
Y desde la plaza, callejeando por el ghetto, llegamos al magnífico Teatro de Marcelo, comenzado por César e inaugurado en el año 13 a.C por Augusto, que dedicó a su sobrino y heredero. Muy bien conservado, es posible apreciar la parte exterior de la cávea y restos de la fachada original. Este edificio se incorporó a una fortaleza medieval y, más tarde, fue parte del Palazzo Savelli. Probablemente ese aprovechamiento a través de los siglos es lo que ha hecho posible que hoy llegue a nosotros, para que podamos hacer de sus piedras y su luz la meta de nuestros paseos romanos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Una enoteca en la Roma medieval


De madera, con pocas mesitas, cientos de botellas de vino en los estantes, y fotos antiguas decorando las paredes. Así es Giulio passami l'olio. Este local, entre restaurante y enoteca, tiene un toque bohemio y, a la vez sofisticado que nos gustó mucho. La carta es corta, pero típicamente italiana: zuppa del giorno, algo de pasta, crostoni, salumeria y formaggi, y una magnífica selección de los mejores vinos del país. Esta enoteca está en Via de Monte Giordano, 28, una de las viejas callecitas del Rione Ponte, a la que da nombre la antigua fortaleza de los Orsini. Una parte de esa gran construcción, el Palazzo Taverna (en la foto), es ahora un lujoso hotel. El trazado de las calles, los muros de los edificios, la hiedra de las paredes, los grandes portones, los rincones oscuros... todo en esa zona evoca tiempos pasados, la Roma de las grandes familias, de los poderosos cardenales, de los sicarios y las traiciones.
Os recomiendo dar un paseo por todas esas calles (Monte Giordano, Coronari, Panico), y llegar hasta el río, hasta el ponte Sant'Angelo, para disfrutar de una magnífica vista del puente romano y del antiguo Mausoleo de Adriano. Y después volver a Giulio passami l'olio, pedir una botella de vino, lo que más os apetezca para comer... y dejar pasar el tiempo en la mejor compañía.