
Es media tarde de un día de verano, afortunadamente no muy caluroso. Es un placer deambular sin rumbo por las calles del centro, pararse en los escaparates, entrar en alguna iglesia que esté abierta para refrescarnos y descubrir asombrados que en su interior, como si nada, duerme un cuadro de Filipo Lippi o de Pietro da Cortona... Y a la salida, ¿a que apetece un helado? Pues bien, hay que decidirse entre acercarse a San Crispino, a los pies del Quirinal, a dos pasos de la Fontana de Trevi, o bien ir a Giolitti, y sorprenderse al ver en una de las pequeñas callecitas del Campo Marzio un local suntuoso y vetusto... lleno de jóvenes. Cualquiera de ellas ofrece helados de los sabores más originales... y también de los más sencillos. Un simple gelatto a la panna es un auténtico regalo. ¿Ves como sí te apetecía?